Θne more day [ Daeonica DiLaurentis ]

Tenía que ir a ver a mi prima, era lo que más necesitaba ese día, hacía ya un tiempo que no nos hablábamos tanto como cuando todavía estaba cursando en Hogwarts, y sentía que eso distanciaba la familia más de lo que ya estaba la suya con la mía, aunque en realidad, nuestras sangres fueran totalmente diferentes y casi no tuvieran casi nada que ver la una con la otra. Era bien cierto que era mi prima segunda por parte de madre, y que nos habíamos conocido cuando yo a penas tenía ocho años, pero desde siempre la había querido, más que como a una prima, como a una hermana pequeña. Me preocupaba mucho por ella y si necesitaba mi ayuda, siempre hacía lo que fuera para volver a verla feliz, total, la familia lo primero, ¿no?

Tuve que dejar a Summer con mi padre, sabía que Dae quería verla, pero prefería dejarla con él, al menos hasta que tuviera que llevármela antes de la luna llena de ese mismo día. Estaba nervioso, era la segunda que pasaba y sabía que como la última vez, iba a ser doloroso, y mucho. Había estado tomándome la poción para prevenir problemas, ya que quería tener algo de mi propia cabeza en las horas que iba a tener que no parar quieto y alejarme de todo aquél que fuese muggle. Llegué a Hogsmeade por la hora de comer aproximadamente, era la hora a la que había quedado con ella para vernos en Las Tres Escobas, y así poder comer juntos, como familia que éramos, aunque no tenía muchas ganas, a pesar del comilón que me había vuelto después de todo.

Entré por la puerta de Las Tres Escobas y miré por todo el lugar a ver si la veía, pero debido a que no llegué a localizar su anaranjada cabezota, me senté en la primera mesa libre que había a mi alcance. Quería hablar con ella, preguntarle cómo le iban las clases, qué tal estaba todo lo que yo echaba en falta, las clases, mis compañeros... Quería que supiera sobre Summer, cómo iba creciendo cada vez más, y que pronto la traería para que la viera. En menos de un año la pequeña había crecido mucho, había pasado de los dos kilos y medio que pesaba al nacer a casi diez, y tenìa toda la cara regordeta... Sonreí inconscientemente pensándolo.

Seguro que Dae también había crecido, o tendría el pelo diferente, o cualquier cosa que la cambiaba de la última vez que la había visto, que aunque no había sido tanto tiempo atrás, si era un periodo un poco más largo de lo que estaba acostumbrado. Se acercó el mesero y sólo pedí una jarra de cerveza de mantequilla, se marchó con la nota en la mano para atender a otros clientes y yo sólo me quedé esperando, un poco aburrido, aunque moviendo mis manos sin parar, enredando los dedos, tronándolos, y haciendo cualquier cosa que fuera mover algo del cuerpo. Estaba nervioso y me costaba mucho no estar moviéndome, sobretodo, si esa misma noche era luna llena.

El mesero me trajo la jarra de cerveza y agradecí en voz bajita, para que se retirase. Di un pequeño sorbo y sscuché mi nombre, proveniente de la entrada, y esa voz para mí era inconfundible. Escucharla durante años y años casi todos los días, ya fuera cara a cara, por teléfono o cualquier otra cosa, hacía que, cuando leía algo escrito por ella, en mi cabeza sonaba con su vocecita. Me levanté y en cuanto ella estuvo lo suficientemente cerca me abrazó, por lo que yo correspondí con fuerza el abrazo. Besó mi mejilla y reí, dándole yo otro en la mejilla también. Y pensar que recordaba que cuando era pequeña esa chica tenía unos mofletes medio gorditos...

— ¡Dae! —le medio grité en el oído, riendo. Dijo que tenía muchísimas ganas de verme, sonreí, soltándola del abrazo. — Yo también tenía muchas ganas de verte, enana. —hacía ya bastante que la llamaba de esa forma, más que nada porque le sacaba una o dos cabezas a la pobre, esperaba que creciera un poco más, si no, le iría mal por el mundo. — Estoy... Bueno, me duele todo, pero es normal. Summer se ha quedado con mi padre, está muy quejica la pobre... —torcí el morro, levemente. — También es normal, tan pequeña y sufre todo esto... —suspiré.

Miré lo que sacó de su bolsillo, un leoncito, lo tomé y me lo quedé mirando. A Summie le encantaban los leones, desde que había ido al zoo con el padre de Kenadee, cada león que veía, fuera en la televisión, de peluche, o de verdad, se ponía a mover las manos y decir algo parecido a león. Me hacía mucha gracia verla de esa forma, que poco a poco, iba entendiendo y creciendo cada día más, eso me hacía muy feliz, a mí, a Kenna, a mi padre y al suyo... Sonreí a Dae de nuevo, besándole la frente. Estaba casi seguro, por no decir completamente, que a la niña le encantaría ese regalo. Más, si era de su tía.

— Ven, siéntate. —le señalé la silla que había al lado de la mía, sentándome de nuevo en mi sitio. Le pasé la jarra de cerveza por si quería beber un poco. — ¿Qué tal estás tú? ¿Te has hecho algo en el pelo o me lo parece? —pregunté, mirándole esa melena que ella tenía, la que siempre me había hecho reconocerla de todos lados. ¿Quién en su sano juicio, a parte de mi prima, haría con su cabello lo que ella hacía? A esa chica podías verla diferente la mayor parte de las veces, pero igualmente, por mucho que cambiara su físico, seguía siendo la misma loca por dentro, y eso era lo que a mí me importaba.