More Words [Katt Wells]

Irritante, molesto, engreido, orgulloso, odioso, y podría seguir eternamente. De verdad que no entendía como una persona podía ser tantas cosas juntas, y lo peor de todo es que utilizara todas esas "cualidades" para molestarme. Si, asi era Erick. Era verlo, y entre los dos nacía la "necesidad" de molestar al otro. Lo malo, es que dentro del castillo yo estaba en desventaja, ya que el era algo así como una autoridad, pero la verdad, esto no me impedía en lo mas mínimo el llevarle la contra y evitar que se divirtiera a sus anchas con el simple hecho de molestarme.


Estaba muy enojada, furiosa podría decirse. Acabábamos de salir de la cena, mi vida iba bien, estaba contenta, me reía con mis amigas, y justo en ese momento se tiene que cruzar en mi camino, ¿por qué? No lo se. Lo hubiera dejado pasar. Hubiera dejado pasar el hecho de que caminara como si fuera el rey del mundo, hubiera pasado por alto la sonrisa socarrona que me dedicó, incluso su mirada de "soy genial y nadie puede decir lo contrario", pero el hecho de que haya dicho, por mas que fuera en un susurro casi inaudible, que haya sentido ese leve "Valereen", era algo que simplemente no aguantaba.

Me le encaré de frente y lo fulminé con la mirada, al tiempo que le decía en un mismo susurro "te dije mil veces que no me llames así, Brohard". Las ganas de gritarle cualquier cosa se hacían cada vez mas grandes, asique apreté los dientes y pasé a su lado golpeándolo con mi hombro. Ese tipo era la única persona capaz de mandar mi buen humor muy lejos con solo verlo. Salí hecha una fuira del Gran Comedor, y tan contenta que estaba con irme a mi Sala Común, me giré hacia mis amigas y les dije que no me esperaran. Cambié mi rumbo hacia la puerta de entrada y pasé a través de ellas en dirección al campo de Quidditch.

Llegué a los vestuarios y tomé mi escoba que siempre dejaba en la parte del capitán del equipo. Salí al campo y respiré hondo varias veces para intentar tranquilizarme. Subí a la escoba y dando una patada en el suelo, mas fuerte de lo que debería haber sido, me elevé en el aire. El frío de la noche me ayudó a tranquilizarme, y al cabo de varios minutos, el enojo casi se había ido por completo, por lo que comencé a hacer piruetas con la escoba, probar trucos y nuevas tácticas para los partidos de quidditch. Estaba a eso de dos metros sobre el suelo, una altura moderada, ya que no qeuría lastimarme si algo salía mal. Coloqué mis pies sobre la escoba, aún sujetándome con las manos, y de a poco me fui poniendo de pié, de manera que quedaba como si estuviera en un skate, o un deslizador, tabla de surf, o cualquier cosa similar. Lo que no calculé es que mis piés no se acostumrarían a una superficie tan fina como la del palo de mi escoba, y lo último que supe es que mi pié derecho se resbalaba hacia adelante y el suelo se acercaba a gran velocidad.

Abrí los ojos y enseguida una mueca de dolor apareció en mi rostro. Un dolor punzante atravezaba mi cabeza, la cual sentía como si fuera a explotar. Todavía veía lucecitas de colores, algo que supuse debía considerar parte del golpe que me debía de haber dado. Volví a cerrar los ojos para no forzar la vista, ya que eso me causaba un dolor aún mayor en mi cabeza. No sentía el frío suelo cubierto de cesped debajo, no, y tampoco estaba sola. Podía sentir a alguien murmurando algo, y enseguida como el dolor iba amainando. Cuando mi cabeza dejó de tamborilear tan fuerte, volví a abrir los ojos.

-¿Qué... tú... ?- intenté sentarme, pero enseguida tuve que tumbarme de nuevo ya que comencé a sentir que el mundo me daba vueltas -¿qué rayos pasó?- no, ni en esos momentos mi modo de hablar mejoraba. Sin embargo lo que mas me sorprendía era que la persona que me estaba ayudando con los golpes y magulladuras. -Siento como si un gigante me haya pisoteado la cabeza...- me llevé una mano a la frente y volví a cerrar los ojos.

Sentí una caricia en mi cabello, una sensación agradable que logro hacer que por un momento me sintiera mejor, pero que en cuanto abrí los ojos, desapareció... ¿Qué me caí de la escoba? Merlin, que idiota soy... Definitivamente no era un bien día, y a pesar de todo lo que estaba pasando una parte de mi deseaba que nadie mas haya visto lo que pasó. Que los demás se enteren que la capitana del equipo de Gryffindor se había caído de la escoba de una manera, que yo consideraba, muy estúpida, haría al equipo el hazme reír de todo el colegio.

-Gracias...- dije casi en un susurro, cuando me ayudó a sentarme. No podía creer que Erick me estuviera ayudando... Hace tan solo unos segundos estábamos a punto de estallar una guerra. Se quedó de cuclillas a mi lado, y mientras él hacía que la escoba se vaya, yo llevé una mano a la parte trasera de mi cabeza, dónde mayor dolor sentía, supuse que allí me había dado el golpe mas grande. Cuando volvió a mirarme, noté una expresión que no había visto antes. Escuché cada una de las palabras que decía sin decir nada. Tampoco quería pelear, no estaba de ánimos, ni me sentía totalmente bien como para poder hacerlo, pero ¿ir a su despacho? Nunca antes había ido, y nunca me había interesado, ¿no hubiera sido mas fácil llevarme a la enfermería? Estuve a punto de decirlo, pero no lo hice, no sea que me respondiera y se desatara una discusión sobre a dónde tenía que llevarme.

Antes de que pudiera decir nada, ya me encontraba siendo cargada por Erick. Se que podría haber caminado, pero la verdad es que no me molestó que lo hiciera, aunque si fue algo extraño. Nunca antes había estado tan cerca de él, o por lo menos no que yo recordara. Me acurruqué, intentando de alguna manera que el trasladarme fuera mas fácil para ambos. Sentía su respiración chocar contra mi; mi brazo estaba alrededor de su cuello, y en un momento, sin saber porque, y fingiendo que fue un accidente, deslicé mi mano por su cuello, justo en el punto en el que comenzaba a crecer cabello.

En un momento del trayecto, dejé que mi cabeza descansara sobre su hombro, ya que sentía que me bamboleaba hacia todos lados. Al cabo de unos minutos, llegamos a su despacho, y luego de entrar, me dejó en un sillón, de manera que quedara medio acostada. Al momento de alejarse, sentí su mano pasar por mi mejilla y rogué a cualquier fuerza superior que existiera que no me hubiera puesto colorada. Me removí un poco, para acomodarme, y retiré el brazo de alrededor de su cuello.

-Los grandes voladores tenemos grandes caídas...- dije haciendo una mueca. Giré mi cabeza y miré hacia afuera, a través del gran ventanal. Todo estaba a oscuras, salvo por el suave resplandor que llegaba desde las estrellas y la Luna que estaba en estado creciente. Sentí como revolvía cosas, como si buscara algo. Cuando volvió a mi lado vi que llevaba una taza de té, la cuál miré con desconfianza -¿Qué es?- levanté una mano para tomar la taza, pero parecía no tener intención de que la sostuviera yo misma, lo miré a los ojos y sonreí de lado -Estoy bien, creo que seré capaz de agarrar la taza yo sola- sin embargo, a pesar de que me sintiera cansada, no quería que Erick se preocupara más, si es que se hubiera llegado a preocupar -De verdad...- posé mi mano sobre la suya que rodeaba la taza, con la intención de que me creyera.

Cuando al final pareció ceder, acerqué la taza a mis labios y di un pequeño sorbo, el efecto fue inmediato. Sentí un calor recorrer todo mi cuerpo, pero sobre todo más marcado en las zonas doloridas. Sonreí con una expresión de alivio en mi rostro, la cual intenté disimular enseguida. Me miré las manos y me quedé así unos minutos, haciendo que los sonidos de los alrededores llegaran a mi oídos.

¿Por qué estaba haciendo todo esto? Supuse que por tener un cargo de importancia en el colegio, ¿que le dirían si se enteraran que vio a una alumna que necesitaba ayuda y no había hecho nada? De seguro no se lo tomarían bien... Pero, ¿y si era algo mas? Aunque en ese caso ¿qué? Vivía peleando con él, y haciendo lo que sea para llevarle la contra, pero ahora... no se, las ganas de gritarle que se alejara de mi habían desaparecido...

Se fue hasta la chimenea dándome la espalda de nuevo, y mientras daba algún sorbo a la poción, aproveché ese instante para observarlo. Estaba diferente, no a como lo había visto hace tres minutos, o en la mañana... no, me refería a cuando desapareció de mi vista por tres años. No se que exactamente... ¿Madurez, tal vez? Si, a lo mejor era eso; pero lo dudaba, era algo mas, algo que intentaba ocultar, algo que ahora me intrigaba.

-Gracias...- volví a decir en respuesta a su comentario, dirigí mi vista de nuevo a mis manos, y a la taza, hasta ese momento no me había dado cuenta de que mis manos estaban frías. Levanté la mirada hacia mi primo cuando habló de nuevo -Me tranquilizo cuando vuelo...- me quedé callada un momento para reunir las palabras necesarias -Es como... como si al elevarme en la escoba, dejara en el suelo todas mis preocupaciones, enojos y molestias... no se... no se si me entiendas...- ¿desde cuando era tan facil hablar con Erick? Creo que eso del vuelo no se lo había comentado a nadie antes, era algo mío, que guardaba solo para mi, y sin embargo se lo acababa de decir, y por extraño que suene, no me molestaba.

Se acercó y rodeó mis manos, no podía explicar lo extraño de la situación, es como si... no se, un ave y un roedor decidieran de repente llevarse bien, algo asi... Dejó la taza a un lado, sobre una mesa, y me acomodé un poco en el sofá, sonreí un poco y me abracé a mi misma por no saber que hacer con mis brazos. Se sentó y sus manos se acercaron a mi rostro, notaba sus dedos deslizarse por mi piel, como si analizara el lugar dónde me había golpeado, levantó un poco mi cabeza, de modo que me encontré de frente a sus ojos. Lo miré y me quedé asi, sin decir nada.

Se acercaba, pude notarlo, era un movimiento lento, pero aún así lo percibí, sin embargo no podía apartar mi vista de la suya. Mi respiración comenzó a acelerarse de tal manera, que hubo un momento en que la contuve, podía sentir el latido de mi corazón, y no me hubiera extrañado que todo el castillo lo sintiera igual. Estábamos a un palmo de distancia cuando se detuvo, volví a respirar y asentí torpemente a lo que me decía.

-No... no eres tan horrible como creía- enseguida me di cuenta de lo que acababa de decir, e intenté remendarlo -La poción, digo... no estaba tan mal...- carraspeé mi garganta y desvié la mirada hacia la chimenea. De un momento a otro comencé a recordar algo, sonreí y sin apartar la vista del fuego empecé a hablar -Yo tenía cinco o seis años creo, estábamos en casa de mis padres y no se dónde estaban ellos- fruncí el ceño como si intentara recordar con más claridad -Jugábamos a los piratas o algo así... Caminé por el sofá y me paré sobre el posa brazo... terminé en el piso- no pude evitarlo y reí un poco, miré a Erick -Estabas ahí, y corriste a ayudarme, tenías un trapo atado en la cabeza creo... Recuerdo que te abracé y que tu me dijiste que tenía suerte de que los tiburones no me hubieran comido, ya que acababa de caer del barco...- me estremecí un poco al recordar todo eso, la similitud de la situación tal vez habría ocasionado eso. Abracé mis piernas, y recargué la cabeza en mis rodillas, clavando mi vista en un punto indefinido.

Sentir el viento en el rostro, pasando también a través de mi cabello. El intentar mantener los ojos abiertos pese al frío del aire, y como todas mis preocupaciones se achican a medida que el suelo se aleja de mis pies. Y Erick me entendía, acababa de decir exactamente lo que me pasa cuando vuelo, y es extraño el pensar que tenemos algo en común además de la familia... Pensamos y sentimos algo de la misma manera, así que después de todo, no eramos tan diferentes.

-Si... - dije mirándolo -Es algo asi...- volví la vista a mis manos -La caída no fue planeada... Solo un mal calculo y terminé en el piso... Tendré que seguir practicando, pero procuraré estar mas cerca del suelo la próxima vez- hablé en voz alta, pero se trataba mas bien de un comentario para mi, como un reproche a mi misma, por mi falta de racionalismo. Tendría que haber estado volando mas bajo, y haber puesto mejor los pies, pero ya me ocuparía de eso luego.

¿Viste cuando hay una fogata encendida, o algo parecido y te sientas muy cerca, y a pesar de que el calor te da cierto placer, sabes que es peligroso? Bueno, así es como me sentía con Erick tan cerca. No por que fuera peligroso, no, sabía que no lo era. El tenerlo cerca me hacía sentir bien, pero también lograba ponerme nerviosa, y simplemente no lograba entender porqué. Sentí sus pulgares en mis labios, no tenía idea de lo que hacía, ni de qué debía hacer. Me dediqué a mirarlo fijamente, intentando darme cuenta de qué era lo que le pasaba por la cabeza. Casi enseguida sus labios estaban en mi frente, pero cuando dijo que la temperatura estaba bien, supuse que controlaba que no tuviera fiebre, aunque la verdad es que ya me sentía bien. Los lugares que me habían dolido, ya casi dejaban de hacerlo gracias a la poción que me había dado.

-Eso es bueno... supongo. No sabía que eras bueno para esto de la sanación- lo miré con una media sonrisa en mi rostro en lo que se apartaba. Se puso de pie llevándose la taza en la cual había bebido la poción. -Si... Tal vez debería haber hecho eso...- Aproveché ese momento en que me dio la espalda para pasar mis manos por mi rostro y poder aclararme, sacudí la cabeza un par de veces y respiré hondo para intentar calmar la aceleración de mi corazón, tenía que tranquilizarme.

Se acercó de nuevo, sentándose a mi lado. Comenzó a servir el té, y pude detectar una mueca divertida en su rostro, eso quería decir que si se acordaba de lo que le estaba contando, se acordaba de ese juego de niños, de ese momento en que nos habíamos llevado bien, dónde cualquiera que nos viera podría haber dicho perfectamente que eramos amigos, que nos queríamos, ¿y ahora? Con suerte nos hablábamos... Si lo piensas es horrible, y admitía que a veces me sentía mal por haber perdido a mi amigo de juegos. Me suele pasar que, de vez en cuando me pregunto que hubiera pasado... ¿Cómo sería todo si la bisabuela hubiera escogido a otros dos en lugar de a nosotros? Tal vez... Tal vez ahora mismo estuviéramos volando los dos fuera, en lugar de el haber tenido que ayudarme a entrar al castillo...

-Mis apodos eran los mejores, es que tú nunca supiste apreciarlos...- sonreí y me senté correctamente cuando me ofreció la taza. Supuse que me diría algo por haberme incorporado -Estoy bien, puedo sentarme, de verdad...- tomé la taza, rozando levemente sus dedos al agarrarla. Escuché todo lo que decía y comencé a reír como creo que nunca lo hice con él -Por favor, ¿tu dejarme ganar? De acuerdo, si eso hace que te sientas bien contigo mismo, voy a fingir que te creo.- Negué con la cabeza aún riendo y tomé un poco del té. -¿Lo recuerdas?- de un momento a otro me puse algo mas seria, pero sin perder la sombra del momento de risa que había pasado -cuando todo era solo jugar y divertirse... A veces... a veces siento que me arrebataron todo eso...- miré el interior de la taza, concentrándome en como se movía el liquido dentro. Volví a negar con la cabeza y sonreí -Olvídalo, no me hagas caso...-

¿Qué estaba pasando? ¿De un momento a otro podía hablar con Erick sin ningún problema? ¿Cómo había pasado eso? Me intrigaba, quería saber que era lo que había pasado, tal vez fuera por la oportunidad que se estaba dando, nunca antes habíamos estado solos, creo que nunca habíamos intentado hablar como dos personas normales. Y me agradaba, me gustaba saber que podía hablar con el que una vez, de niña, fue mi mejor amigo.

-Descuide Sr. Vicedirector, tendré cuidado e intentaré avisarle cada vez que esté cerca de una escoba- mi tono era divertido, como si la situación de tener que avisarle cada vez que practicara me resultara graciosa. En realidad, mas que eso, era irónico. ¿Erick? ¿Pendiente de mis entrenamientos? Es como si algún elfo doméstico del castillo decidiera de un día para otro dejar de trabajar, es decir, imposible.

Estos tres años... Muchas veces me preguntaba ¿por qué se había marchado? O sobre todo, ¿en dónde había estado? No había sabido nada de él en todo ese lapso de tiempo, y aunque entonces no me había molestado, ahora me preguntaba porque no me había enviado ninguna carta o algo. Aunque en realidad, no tendría porque hacerlo. Es decir, siempre discutimos cuando nos vemos, y hasta hemos llegado a tirarnos con cosas por la cabeza. Nuestra relación nunca fue muy linda que digamos, no luego de que nos dijeron que estábamos destinados a pasar el resto de nuestra vida juntos. Todo por el compromiso del cual nos había hecho parte la bisabuela.

-Viajaste, ¿verdad?- lo miré mientras le preguntaba eso, de un momento a otro la curiosidad me invadió por completo -¿Qué lugares conociste? Siempre he querido viajar, conocer el mundo... Salir a conocerlo, y no solo viajar de Milán a Londres y Francia... El mundo es tan grande que no puedo pensar en quedarme en el mismo lugar.... Ahora porque tengo que terminar el colegio, pero se que cuando termine me iré, no se a dónde, pero viajaré por muchos lugares-

El silencio se impuso entre los dos, como si una fina tela nos cubriera de repente, sin permitirnos decir una palabra. Los dos estábamos pensando lo mismo, me daba cuenta de ello, no había que ser un legeremante para darse cuenta. Ninguno de los dos había pedido el compromiso, no lo esperábamos. Todavía me acordaba de cómo me había enterado. El rostro de mi madre, serio, pidiéndome por favor que me comportara cundo dijeran mi nombre. Tenía 6 años, ¿que niña de seis años quiere que le digan con quien pasar el resto de su vida? Y más conociéndome a mi, que era todo lo contrario a las niñas perfectas a las que mi familia estaba acostumbrada.

-Me dije eso a mi misma muchas veces, ¿sabes? Que no era culpa de ninguno de los dos... Pero sin embargo no podía evitar molestarte. Creo que una parte de mí creía que si nos veían llevarnos tan mal nos dejarían en paz... Me equivoqué...- levanté la vista cuando siguió hablando. ¿Era mi imaginación o de verdad estaba diciendo lo que escuchaba? Dejé la tasa sobre la pequeña mesa que tenía enfrente y me puse de pié -¿De... de verdad? ¿Lo dices enserio? Pero... ¿No crees que sería mejor que se lo díjeramos los dos?- di unos pasos hasta quedar a su lado y me recargué en su escritorio junto con él. -Oye... Siento haberte tratado tan mal tantas veces... Y lo digo enserio, tendría que haber intentado hablar contigo antes de hacer algo... Pero bueno, nunca fui muy de pensar antes de hablar... Ya sabes, el ser impulsiva me caracteriza muy bien...- sonreí de lado y levantando una de mis manos tomé mi cabello llevándolo todo hacia un lado y comencé a jugar con una de las puntas de colores.